jueves, 25 de noviembre de 2010

Mami-abuela

                                                                         
Setenta años cumplió mami (abuela), la abuela preferida, la predilecta, la favorita. He tenido hoy todo el tiempo suficiente para fabricar en mi mente como debió haber acontecido el día de la celebración. Te imaginé como casi siempre, alegre, con esa sonrisa amplísima de la que tanto gustan todos tus hijos y tus nietos, el familión como solemos decir. Y si que es grande nuestra familia mami! Tremenda familia que formaste! Mas no solo una extensa como longaniza sino además unida como hormigas en su terruño, de la  que  seguramente te sentiste una vez más orgullosa  como una reina y no perdiste la oportunidad para tirar un pasillo, no importa si con Cándido Fabré o con Willy Chirino.

Pero entre música y baile, entre tragos y risas, te veo pensando, meditando, no solamente porque  cumplir un nuevo aniversario de vida es motivo de preocupación cuando se pasan los cuarenta, no. Es porque tu vida contiene más de setenta años, tu vida, querida abuela, es centenaria  en experiencias y sabidurías.                       
                                                                                                                                                                         
Cuántas cosas aprendí de ti! Y todavía sigo aprendiendo. Sigo aprendiendo de tu fortaleza de espíritu, de tu perseverancia, aprendí y sigo aprendiendo de tu amor a la familia que aún en la distancia continúa  siendo lo más importante, lo supremo. Por todo eso, aunque sé que en medio de tanto bullicio quedaste por un momento mirando al horizonte, como buscando la luz de una estrella que estaba ausente de entre las tuyas, no quiero imaginarte triste, quiero imaginarte como te vi hoy en tu cumpleaños, mas solo en mi mente, donde la distancia no existe, donde todo es posible y donde cada día dibujo con nuevos colores el reencuentro.                        



Los sabores de la vida.

 La vida tiene sabores, los tiene; tantos como infinitos, tantos como colores, tantos como sentimientos se pueden experimentar a lo largo de la existencia. Sabores que quedan impresos en el paladar del recuerdo, como una impronta cuyos relieves se hacen palpables cuando la linea entre el pasado y el presente queda casi imperceptible. El sabor de la alegría, de la tristeza, el sabor del fracaso, del triunfo, el sabor de la traición, el de la pérdida irreparable, el sabor de la distancia amarga, la acidez de la impotencia, el indescriptible sabor de la desconfianza.