Decidí comenzar a escribir este blog una de esas madrugadas de desvelos en que vienen a la mente hasta los recuerdos más ilegibles que alberga la memoria, algo que resulta muy común cuando se vive en el exilio, donde la distancia te arranca el contacto físico estrecho con tu familia, tus amigos y el espacio donde naciste,creciste, reiste y lloraste por primera vez, donde acontecieron grandes y pequeñas cosas ya para siempre indisolubles.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Lluvias de diciembres, lluvias en mi vida, lluvias en mi rostro.
Un nuevo diciembre en mi vida me recuerda que el pasado fue el más triste y solitario. Cargado de emociones, de dudas y de sinrespuestas recibí este año, rodeado de paredes que urgaban dentro de mí preguntando quién soy, ensamblando una improvisada cena para dos: mi única anfitriona (la soledad) y yo. Tumultuosas imágenes de otros diciembres colmaron mi mente en esas horas de aquel día interminable, como una especie de eutanasia mental, a veces pienso que la psiquis humana en muchas ocaciones actúa de modo autodestructivo. El silencio ensordecedor que envolvía mis oidos me recordó la risa, el bullicio, el trajín de los que con seguridad comentaron mi ausencia. Yo, el ausente, ausente de mí mismo, queriendo escapar de dulces recuerdos que nunca antes fueron tan amargos. Qué iluso! Escapar..., todos pasamos la vida entera tratando de escapar de algo o de alguien que nunca nos abandona, no nos abandona el pasado, no nos abandonan los lazos invisibles que nos unen de forma perpetua a las mentiras de terceros que nos hacen paracer infames ante otros ojos por una razón de origen, de procedencia, no se escapa de la ausencia, no se escapa de los errores cometidos sin posibilidad de enmendar, no se escapa del beso o del abrazo que se quedó sin ser dado. La algarabía de verdaderos fuegos artificiales me trajeron de brazos al presente, a mi tangible desamparo. Todos celebran, todos gritan de alegría, los escucho rompiendo la barrera de silencio que me encierra, mientras goteras que se desparraman por mis mejillas simulan lluvias en mi rostro. Un tipo de autobiografía mental hacemos en el momento de recibir un nuevo año, un balance casi aritmético de lo alcanzado y lo que falta por cumplir. Sin embargo, para mí, esta vez fue diferente a otros años, esta vez sentí cual si una parte me hubiese sido amputada, mas la sensación de su presencia es más fuerte que nunca, como cuando un miembro es arrancado del cuerpo; esta vez sentí que mi mayor riqueza era el pasado, imperfecto pero aun así mi mayor riqueza; el presente, cargado de negras emociones. El futuro lo vivo hoy de modo distinto, dejando atrás momentos que indiscutiblemente hicieron una mella en mi vida, tratando de asumir esa dura realidad del que estando lejos de lo que siempre fue, ahora trata de sentirse parte de todo, cuando aún no estoy seguro si la historia de mi vida cual tapiz está compuesta por trozos embastados salvajemente o si es que a lo largo del camino he dejado pedazos de mí que nunca más lograré recuperar.
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