lunes, 2 de diciembre de 2013

Una vez más me aferro a la foto de mis padres, como quien no quiere olvidar el más mínimo detalle, como mi amuleto preciado, mi talismán. Nunca antes había percibido tal apego por algo material, pero ver sus fotografías, desde hace mucho, es lo que más se aproxima a verlos, tocarlos, olerlos, mirar a sus ojos. Nada se compara con la mutilación del acercamiento, del contacto, del encuentro; el dolor físico nunca llegará a la intensidad del dolor de la ausencia, el dolor de la distancia, el dolor del estúpido imposible marcado por la laguna de la separación.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Encuentros: Lluvias de diciembres, lluvias en mi vida, lluvias en mi rostro.

Encuentros: Lluvias de diciembres, lluvias en mi vida, lluvias en mi rostro.

Lluvias de diciembres, lluvias en mi vida, lluvias en mi rostro.

 Un nuevo diciembre en mi vida me recuerda que el pasado fue el más triste y solitario. Cargado de emociones, de dudas y de sinrespuestas recibí este año, rodeado de paredes que urgaban dentro de mí preguntando quién soy, ensamblando una improvisada cena para dos: mi única anfitriona (la soledad) y yo. Tumultuosas imágenes de otros diciembres colmaron mi mente en esas horas de aquel día interminable, como una especie de eutanasia mental, a veces pienso que la psiquis humana en muchas ocaciones actúa de modo autodestructivo. El silencio ensordecedor que envolvía mis oidos me recordó la risa, el bullicio, el trajín de los que con seguridad comentaron mi ausencia. Yo, el ausente, ausente de mí mismo, queriendo escapar de dulces recuerdos que nunca antes fueron tan amargos. Qué iluso! Escapar..., todos pasamos la vida entera tratando de escapar de algo o de alguien que nunca nos abandona, no nos abandona el pasado, no nos abandonan los lazos invisibles que nos unen de forma perpetua a las mentiras de terceros que nos hacen paracer infames ante otros ojos por una razón de origen, de procedencia, no se escapa de la ausencia, no se escapa de los errores cometidos sin posibilidad de enmendar, no se escapa del beso o del abrazo que se quedó sin ser dado. La algarabía de verdaderos fuegos artificiales me trajeron de brazos al presente, a mi tangible desamparo. Todos celebran, todos gritan de alegría, los escucho rompiendo la barrera de silencio que me encierra, mientras goteras que se desparraman por mis mejillas simulan lluvias en mi rostro. Un tipo de autobiografía mental hacemos en el momento de recibir un nuevo año, un balance casi aritmético de lo alcanzado y lo que falta por cumplir. Sin embargo, para mí, esta vez fue diferente a otros años, esta vez sentí cual si una parte me hubiese sido amputada, mas la sensación de su presencia es más fuerte que nunca, como cuando un miembro es arrancado del cuerpo; esta vez sentí que mi mayor riqueza era el pasado, imperfecto pero aun así mi mayor riqueza; el presente, cargado de negras emociones. El futuro lo vivo hoy de modo distinto, dejando atrás momentos que indiscutiblemente hicieron una mella en mi vida, tratando de asumir esa dura realidad del que estando lejos de lo que siempre fue, ahora trata de sentirse parte de todo, cuando aún no estoy seguro si la historia de mi vida cual tapiz está compuesta por trozos embastados salvajemente o si es que a lo largo del camino he dejado pedazos de mí que nunca más lograré recuperar.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Mami-abuela

                                                                         
Setenta años cumplió mami (abuela), la abuela preferida, la predilecta, la favorita. He tenido hoy todo el tiempo suficiente para fabricar en mi mente como debió haber acontecido el día de la celebración. Te imaginé como casi siempre, alegre, con esa sonrisa amplísima de la que tanto gustan todos tus hijos y tus nietos, el familión como solemos decir. Y si que es grande nuestra familia mami! Tremenda familia que formaste! Mas no solo una extensa como longaniza sino además unida como hormigas en su terruño, de la  que  seguramente te sentiste una vez más orgullosa  como una reina y no perdiste la oportunidad para tirar un pasillo, no importa si con Cándido Fabré o con Willy Chirino.

Pero entre música y baile, entre tragos y risas, te veo pensando, meditando, no solamente porque  cumplir un nuevo aniversario de vida es motivo de preocupación cuando se pasan los cuarenta, no. Es porque tu vida contiene más de setenta años, tu vida, querida abuela, es centenaria  en experiencias y sabidurías.                       
                                                                                                                                                                         
Cuántas cosas aprendí de ti! Y todavía sigo aprendiendo. Sigo aprendiendo de tu fortaleza de espíritu, de tu perseverancia, aprendí y sigo aprendiendo de tu amor a la familia que aún en la distancia continúa  siendo lo más importante, lo supremo. Por todo eso, aunque sé que en medio de tanto bullicio quedaste por un momento mirando al horizonte, como buscando la luz de una estrella que estaba ausente de entre las tuyas, no quiero imaginarte triste, quiero imaginarte como te vi hoy en tu cumpleaños, mas solo en mi mente, donde la distancia no existe, donde todo es posible y donde cada día dibujo con nuevos colores el reencuentro.                        



Los sabores de la vida.

 La vida tiene sabores, los tiene; tantos como infinitos, tantos como colores, tantos como sentimientos se pueden experimentar a lo largo de la existencia. Sabores que quedan impresos en el paladar del recuerdo, como una impronta cuyos relieves se hacen palpables cuando la linea entre el pasado y el presente queda casi imperceptible. El sabor de la alegría, de la tristeza, el sabor del fracaso, del triunfo, el sabor de la traición, el de la pérdida irreparable, el sabor de la distancia amarga, la acidez de la impotencia, el indescriptible sabor de la desconfianza.