lunes, 2 de diciembre de 2013

Una vez más me aferro a la foto de mis padres, como quien no quiere olvidar el más mínimo detalle, como mi amuleto preciado, mi talismán. Nunca antes había percibido tal apego por algo material, pero ver sus fotografías, desde hace mucho, es lo que más se aproxima a verlos, tocarlos, olerlos, mirar a sus ojos. Nada se compara con la mutilación del acercamiento, del contacto, del encuentro; el dolor físico nunca llegará a la intensidad del dolor de la ausencia, el dolor de la distancia, el dolor del estúpido imposible marcado por la laguna de la separación.